Hasta mediados del 1800 templos, palacios y santuarios se convirtieron en símbolos de esta ciudad rodeada de montañas, ubicada en la parte centro-occidental de la isla de Honshu
En los templos y jardines de las colinas que rodean la ciudad de Kyoto, la primavera muestra sus primeros y tímidos signos en los escasos cerezos que comienzan a florecer. Nos levantamos temprano para visitar dos de los jardines más famosos de la antigua capital, que nos acercan al mundo paradisíaco de la corte retratada en Historia del príncipe Genji, escrito por una cortesana, Murasaki Shikibu, hace 1.000 años. Aunque los jardines fueron realizados unos siglos más tarde, en la más ruda época medieval, siguen el modelo paisajístico de la época anterior, más refinada y lujosa. No hay nada más onírico que pasar de la moderna ciudad al encuentro con la belleza aún remanente de las viejas residencias palaciegas.
Templo del Pabellón Dorado
Un sendero entre árboles bajos nos lleva hasta la puerta del complejo, situado en las estribaciones de las colinas del norte. Nos quedamos sin poder reaccionar, extáticos ante la perfección del paisaje que contemplábamos. El Pabellón Dorado acaparaba nuestra mirada, parecía estar vivo, resplandeciendo en esa mañana soleada.
Yoshimitsu, el primer shogun de la familia Ashikaga, construyó el complejo para su residencia sobre una villa preexistente y, después de su muerte, se convirtió en un monasterio budista, de acuerdo con su deseo. El templo se conoce popularmente como Kinkakuji, Templo del Pabellón Dorado, ya que está recubierto con láminas de oro en la segunda y la tercera planta.
El complejo sigue la tradición de la época Heian, en que la influencia de la cultura china era muy importante. Eso significa que está concebido para apreciarlo en su totalidad desde una barca de paseo. Hay dos lagos, el inferior es el más grande y se encuentra delante del pabellón (con orientación Sur). Allí aparecen las típicas islas de las tortugas y de las grullas que simbolizan la inmortalidad y la longevidad. También se encuentra una península y una isla alargada que se llama Ashihara y, de acuerdo con algunos autores, simboliza el archipiélago japonés. En la cara occidental del lago hay dos islas de las tortugas, una con la cabeza en dirección al pabellón, como si llegara, y otra con la cabeza en dirección opuesta, como si se alejara. Los pinos y las rocas colocados en las islas en primer plano, entre el pabellón y la orilla opuesta, incrementan el sentido de profundidad del espejo de agua.
Detrás de la construcción hay un pequeño bosque cuyo suelo está cubierto por musgo, donde se encuentra la Cascada de la puerta del dragón (Ryumon Baku), símbolo de la iluminación para el budismo zen. Así, unas simples piedras y una cascada adquieren presencia e importancia, se llenan de significado. Subiendo por el camino detrás del pabellón, se encuentra el lago superior -de menores proporciones- que contiene una pequeña isla y una mini pagoda de piedra dedicada a la serpiente blanca, protectora de la familia noble que era propietaria original del lugar. Siguiendo con el ascenso aparece una casa de té rodeada por un pequeño jardín, ambos elementos diseñados para la ceremonia del té, cuyo espíritu rústico y sencillo es muy diferente del que caracteriza al complejo original del Kinkakuji.
Fuente: Revista Jardín.