sábado, 27 de marzo de 2010

Amo este lugar.

Un paseo por los jardines medievales de Kyoto


Hasta mediados del 1800 templos, palacios y santuarios se convirtieron en símbolos de esta ciudad rodeada de montañas, ubicada en la parte centro-occidental de la isla de Honshu


En los templos y jardines de las colinas que rodean la ciudad de Kyoto, la primavera muestra sus primeros y tímidos signos en los escasos cerezos que comienzan a florecer. Nos levantamos temprano para visitar dos de los jardines más famosos de la antigua capital, que nos acercan al mundo paradisíaco de la corte retratada en Historia del príncipe Genji, escrito por una cortesana, Murasaki Shikibu, hace 1.000 años. Aunque los jardines fueron realizados unos siglos más tarde, en la más ruda época medieval, siguen el modelo paisajístico de la época anterior, más refinada y lujosa. No hay nada más onírico que pasar de la moderna ciudad al encuentro con la belleza aún remanente de las viejas residencias palaciegas.




Templo del Pabellón Dorado

Un sendero entre árboles bajos nos lleva hasta la puerta del complejo, situado en las estribaciones de las colinas del norte. Nos quedamos sin poder reaccionar, extáticos ante la perfección del paisaje que contemplábamos. El Pabellón Dorado acaparaba nuestra mirada, parecía estar vivo, resplandeciendo en esa mañana soleada.



Yoshimitsu, el primer shogun de la familia Ashikaga, construyó el complejo para su residencia sobre una villa preexistente y, después de su muerte, se convirtió en un monasterio budista, de acuerdo con su deseo. El templo se conoce popularmente como Kinkakuji, Templo del Pabellón Dorado, ya que está recubierto con láminas de oro en la segunda y la tercera planta.



El complejo sigue la tradición de la época Heian, en que la influencia de la cultura china era muy importante. Eso significa que está concebido para apreciarlo en su totalidad desde una barca de paseo. Hay dos lagos, el inferior es el más grande y se encuentra delante del pabellón (con orientación Sur). Allí aparecen las típicas islas de las tortugas y de las grullas que simbolizan la inmortalidad y la longevidad. También se encuentra una península y una isla alargada que se llama Ashihara y, de acuerdo con algunos autores, simboliza el archipiélago japonés. En la cara occidental del lago hay dos islas de las tortugas, una con la cabeza en dirección al pabellón, como si llegara, y otra con la cabeza en dirección opuesta, como si se alejara. Los pinos y las rocas colocados en las islas en primer plano, entre el pabellón y la orilla opuesta, incrementan el sentido de profundidad del espejo de agua.



Detrás de la construcción hay un pequeño bosque cuyo suelo está cubierto por musgo, donde se encuentra la Cascada de la puerta del dragón (Ryumon Baku), símbolo de la iluminación para el budismo zen. Así, unas simples piedras y una cascada adquieren presencia e importancia, se llenan de significado. Subiendo por el camino detrás del pabellón, se encuentra el lago superior -de menores proporciones- que contiene una pequeña isla y una mini pagoda de piedra dedicada a la serpiente blanca, protectora de la familia noble que era propietaria original del lugar. Siguiendo con el ascenso aparece una casa de té rodeada por un pequeño jardín, ambos elementos diseñados para la ceremonia del té, cuyo espíritu rústico y sencillo es muy diferente del que caracteriza al complejo original del Kinkakuji.







Fuente: Revista Jardín.

lunes, 22 de marzo de 2010

¿Realismo?

No, no y no. El optimismo porque sí cae al primer tropezón. A mí me cuesta poco aterrizar sin escalas allí abajo, en el fango definitivo. No sé cómo pasó pero casi se ha transformado en mandatorio ver el vaso medio lleno. Porque lo otro es pesimismo. Pero a mí me parece que no. Porque que se trata de pesimismo me resulta  una simplificación tan absurda como la búsqueda de un lado positivo inexistente. Porque hay cuestiones y situaciones que no tienen nada de positivo ni por asomo. Son experiencias horribles de las que se sale profundamente herido. A veces la fuerza de los argumentos derriba cualquier intento de encontrar el lado bueno.


Quienes me conocen, tratan de contagiarme la buena onda. Si hasta me miré en el espejo y me dije: Dejá de padecer! Porque parece que la mía luce como la mala onda.

A ustedes, ¿Cómo los trata el vaso medio vacío?

viernes, 12 de marzo de 2010

Sólo un cuento.

Me gustaría compartir con Uds. esta extraordinaria analogía. Me parece un resumen magnífico de la sociedad en que vivimos. Una elegante síntesis.
Tómense un ratito y disfruten del cuento.


La oveja negra


Erase un país donde todos eran ladrones.
Por la noche, cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna para ir a saquear la casa de un vecino. Al regresar al alba, cargado, encontraba su casa desvalijada. Y todos vivían en concordia y sin daño, porque uno robaba al otro y este a otro y así sucesivamente, hasta llegar al último que robaba al primero. En aquel país, el comercio, sólo se practicaba en forma de embollo, tanto por parte del que vendía como del que compraba. El gobierno era una asociación creada para delinquir en perjuicio de los súbditos, y por su lado los súbditos sólo pensaban en defraudar al gobierno. La vida transcurría sin tropiezos, y no había ni ricos ni pobres. Pero he aquí, no se sabe cómo, apareció en el país un hombre honrado. Por la noche, en lugar de salir con la bolsa y la linterna, se quedaba en la casa fumando y leyendo novelas. Llegaban los ladrones, veían la luz encendida y no subían. Esto duró un tiempo; después hubo que darle a entender que si él quería vivir sin hacer nada, no era una buena razón para no dejar hacer a los demás. Cada noche que pasaba en casa, era una familia que no comía al día siguiente. Frente a estas razones, el hombre honrado no podía oponerse. También él empezó a salir por la noche para regresar al alba, pero no iba a robar. Era honrado, no había nada que hacer. Iba hasta el puente y se quedaba mirando pasar el agua. Volvía a casa y la encontraba saqueada. En menos de una semana el hombre honrado se encontró si un céntimo, sin tener qué comer, con la casa vacía. Pero hasta ahí no había nada que decir, porque era culpa suya; lo malo era que de ese modo suyo de proceder nacía un gran desorden, porque él se dejaba robar todo y entre tanto no robaba a nadie; de modo que había siempre alguien que al regresar al alba encontraba su casa intacta: La casa que él hubiera debido desvalijar. El hecho es que al cabo de un tiempo, los que no eran robados, llegaron a ser más ricos que los otros y no quisieron seguir robando. Y por otro lado, los que iban a robar a la casa del hombre honrado, la encontraban siempre vacía; de modo que se volvían pobres. Entre tanto, los que se habían vuelto ricos, se acostumbraron a ir también al puente por la noche a ver correr el agua. Esto aumentó la confusión, porque hubo muchos otros que se hicieron ricos y muchos otros que se volvieron pobres. Pero los ricos vieron que, yendo de noche al puente, al cabo de un tiempo se volverían pobres. Y pensaron: "Paguemos a los pobres para que vayan a robar por nuestra cuenta". Se firmaron contratos, se establecieron salarios, los porcentajes: naturalmente, eran ladrones y siempre trataban de engañarse unos a otros, pero como suele suceder, los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Había ricos tan ricos que ya no tenían necesidad de robar o de hacer robar para seguir siendo ricos. Pero si dejaban de robar se volvían pobres porque los pobres les robaban. Entonces pagaron a los más pobres de los pobres, para defender de los otros pobres sus propias casas, y así fue como instituyeron a la policía y construyeron las cárceles. De esa manera, pocos años después del advenimiento del hombre honrado, ya no se hablaba de robar o de ser robados sino sólo de ricos y pobres; y sin embargo todos seguían siendo ladrones.
Honrado sólo había habido aquel fulano, y no tardó en morirse de hambre.

Italo Calvino (1923 - 1985)

domingo, 7 de marzo de 2010

Buscando coherencia. Un borrador.

No voy a hacer la apología del deber ser. Es evidente que hay cosas que son aún a mi pesar. Y no creo que esas cosas estén preocupadas al respecto. Ni falta que hace.

Este asunto de los "super nombres" de los territorios conocidos me está haciendo ruido. Ahora tenemos un Palermo Soho que intenta ser un lugar nuevo con nombre propio siempre de la mano de los geniales desarrolladores inmobiliarios y creativos urbanísticos.


Hasta donde sé existe un Soho y un SoHo. El último está en Manhattan, entre Greenwich Village, Little Italy, Chinatown y TriBeCa. El otro en Londres, entre Regent St, Shaftesbury Av, Oxford St y Charing Cross.


En el Soho de Londres vivieron Mozart, Marx y Samuel Johnson. En el SoHo de Manhattan (que se escribe así porque es una sigla por South of Houston Street) no sé quién vive pero unos cuántos de renombre. El Soho inglés fue hasta hace unos años la mayor feria de sex shops del mundo, y ahora es uno de los conglomerados cosmopolitas y multiétnicos de mayor diversidad del mundo.

En el Soho porteño no viven filósofos de renombre mundial y lo único que lo relaciona es la marca de ropa. Tampoco se ven malayos o paquistaníes aunque sí estudiantes extranjeros de postgrados de dudosa categoría muy baratos en dólares.
De mis serias investigaciones no surge aún si lo de Soho proviene del West End londinense o del SoHo de Manhattan.
Los desarrolladores en su versión con cara de vuelta de todo, te miran desde su podio y te descalifican con la mirada al preguntar el origen del nombre.
Los otros, los inmobiliarios con pinta de abogados venidos a menos, te explican que se trata de la modernización del mercado y la evolución de las ciudades, cuando en realidad no tienen la menor idea.

En lo personal creo que es una ridiculez. Se trata de Palermo y sus alrededores mas berretas donde pululan triviales con sueños de apariencias creativas.
Por favor, no nos quieran vender una copia que parezca una originalidad. Poetas hay en todas partes y apariencias también. La construcción de una identidad artificial sin ningún antecedente histórico ni singularidad me resulta un antojo sin fundamento.

Voy por el NO a las subdivisiones de Palermo. Basta de Villa Freud y Palermo Rúcula!