
Estudiar
economía es aprender a no dejarse inducir a error por los economistas.
En doscientos años la economía está en vías de realizar lo que los filósofos necesitaron dos mil años para idear: crear el mundo a su imagen e imposibilitar cualquier otra visión de él.
La economía es una ideología, que por su propia naturaleza, niega todas las ideologías e impone a todas las personas las formas de trabajar, vivir y también de sentir vergüenza. La economía teórica desvinculada de la política no existe. Piensen entonces lo dífícil que habrá sido impartir esta materia en épocas donde no se podía hablar de política.
La historia reciente nos permite afirmar que un economista es un especialista cuya principal función consiste en equivocarse. Equivocarse primero y engañarnos después. Y cuanto más se equivoca más necesidad tenemos de sus ilustradas opiniones.
El imperativo fundametal del economista es la predicción, considerando con desprecio los desvaríos del pasado. El instrumento básico de predicción es el modelo, que más que una bola de cristal se parece a una central atómica. Un modelo es una simulación gráfica simplificada de una realidad. Contiene siempre un conjunto de elementos y un conjunto de leyes que rigen las relaciones entre esos elementos. Valiéndose de las potencialmente ilimitadas fuerzas de las matemáticas, en promedio, los economistas se equivocan menos que los adivinos...
Para poder entender la dinámica de la economía tenemos que avanzar poco a poco hacia sus pilares.
La competencia en la gran fuerza. Es la principal del mundo económico. Es la fuerza implosiva, expansiva, reguladora y coordinadora por excelencia y fuera de ella sólo hay caos...
El templo de la economía capitalista es el mercado de valores. Es dentro de este templo donde el dinero se transforma en más dinero, es el lugar donde las utopías se cumplen: "Tomo mis deseos por realidades porque creo en la realidad de mis deseos".
A no confundir: Hay dos clases de mercados de valores, una Bolsa buena y una Bolsa mala. La primera es el lugar donde personas sensatas le entregan su dinero a empresas para que éstas lo transformen en riqueza adicional, una renta sensata si son obligaciones y una renta medianamente sensata si son acciones. La otra, la mala, es el lugar de la especulación: Todo se compra y se vende con un único propósito siendo éste, ganar el máximo dinero posible en el más corto plazo. En estos lugares la estupidez y el éxito se codean, se dinamizan y refuerzan mutuamente. La genialidad de algunos es el producto de la imbecilidad de otros.
Esta aberración convertida en mercado es el símbolo por excelencia del estado actual de la economía real que debemos padecer.
Y paremos aquí, suficiente por hoy. No desesperen, de estas entregas habrá episodios no sucesivos.
Con la gracia de San Dinero, iremos poco a poco comprendiendo porque no debemos poner nuestras vidas en manos de los economistas.
Para poder entendernos, por favor, comenten, pregunten, planteen dudas, puntos de vista. Es el modo en que intentaré poner en evidencia las razones por las que la ciencia económica ha quedado desvirtuada, quedando transformada en una moda sujeta a debate.