miércoles, 30 de junio de 2010

Haciendo conexiones. Usando la palabra.

No veo bien. Es una sensación nueva, una limitación que pide a gritos ser atendida y no con un par de anteojos. Mi mente está desorientada y mis sentidos perturbados.
Pensando en la necesidad de adaptación es que me siento empujada a entender que si bien la ciencia se apoya en que el mundo está lleno de verdades absolutas que esperan ser descubiertas y es una buena razón para tranquilizarme, necesito nutrirme de metáforas y no meramente como un lenguaje decorativo.



Actualmente, el lenguaje colorido amenaza a mucha gente porque "todo debería poder decirse en 140 caracteres" y representa un gasto extra inútil. No lo creo así. La economía de lenguaje nos priva de las muy diversas texturas de la vida. El lenguaje nos hace compañia en el viaje de la vida.

Cuando se nos agota la sangre del lenguaje, la experiencia de la vida se debilita y palidece. Y no es simplemente quedar sin habla, sino insensibilizarse. Hay una gran diferencia entre como experimentamos: "Esta rosa huele bien" y "Esta rosa huele como cacao caliente".


La metáfora ilumina parte de lo que no puede ser totalmente entendido. Todos usamos incontables metáforas día a día, inconscientemente, para insertar una importante bisagra entre los sentimientos y las ideas. A través de la metáfora, el pensamiento se convierte en acción que puede ser escenificada en el ojo de la mente.
No todos experimentan las palabras como escenas vivas. La mayoría de las personas pasa por alto los detalles. Las palabras son fotografías que la mente proyecta antes de utilizarlas como símbolo. El lenguaje es una cortina y hay personas que son más conscientes que otras de ello. Por suerte son las menos puesto que de otro modo lo estroperíamos y deformaríamos todo, por la misma razón que gran parte del cerebro permanece inconsciente, la mayoría no lo distingue. Me parece.
La metáfora es una de las maneras favoritas del cerebro de entender unas cosas y otras de nuestro entorno, tratando de apoyarse en lo que sabemos para iluminar lo que no sabemos.
Habitamos un mundo profundamente imaginado, que existe junto al mundo físico real.



La vida muchas veces requiere del color del decir, de un hacedor de palabras, del arte de la poesía para navegar por el mundo.
Me pregunto entonces: ¿Cómo describirle el sol a un hombre ciego? Necesito de ustedes...

viernes, 18 de junio de 2010

El mundo le está rompiendo a alguien el corazón. Buscando felicidad.

Sabemos muy poco acerca de la felicidad, ese oasis definitivo que esperamos encontrar cada día.
Irónicamente, aunque su presencia es lo que deseamos, estudiamos principalmente su ausencia.
"Aquellos fueron los días más felices de mi vida" ¿Fueron realmente felices? ¿O la memoria los está endulzando? Me pregunto si el único paraíso no es acaso uno perdido o recordado. O quizá somos más felices cuando soñamos acerca de la felicidad futura.

Una dulce calamidad de placer puede flotar como una isla tropical en un día por otra parte muy agitado. A veces, diminutos copos de placer se atan y nuestro cerebro se sumerge en la duda: ¿Soy feliz aún? Aunque puede que no sea tan feliz como hace unos días atrás. Pero bueno, soy felíz ahora. Todo esto se me presenta como trucos  del ánimo.

¿Es la felicidad un agregado o una pérdida? Pienso que la felicidad podría ser equilibrio.

La mente tiene su cuarto de servicio donde guarda toda clase de artilugios que ayudan a olvidar. Olvidar a fin de ser felices. De otro modo, los desechos voladores del pasado contaminarían nuestro ahora soleado y feliz que podríamos perder si no ignoramos aquellas sombras donde acechan los tiburones. Tenemos inclinación por los recuerdos felices.


Muchas veces siento los recuerdos. No pienso tanto en ellos como los siento. Sobretodo aquellos de la infancia. A veces hasta siento los olores. ¡Qué cerebro tan increíble nos fué regalado!

La psicología positiva dice que la felicidad puede ser aprendida, descubriendo el lado luminoso de las cosas, eligiendo tareas placenteras, jugando más y cultivando el optimismo y la esperanza.
Perseguir la felicidad, en suma, podría ser una destreza que debemos practicar. Porque de hecho, cualquiera puede estar triste cuando está triste pero el truco es tratar de estar felices cuando estamos tristes.


Podría sonar a edicto pero quizá se trate de cultivar la alegría como quien cultiva un jardín: Sorpresa, misterio y maravilla. Maravillarse es una emoción voluptuosa. Cuando llena nuestro corazón, no queda lugar para ninguna otra cosa.

lunes, 14 de junio de 2010

Desopilante: Zapatos con tacos, un peligro!

Hace años que no uso zapatos con tacos altos aunque quizá debería porque mi estatura lo pide a gritos. Pero no me siento yo misma. También soy consciente que son más seductores y bien llevados transforman a una mujer común en alguien muy sexy. Bueno, es un precio que estoy dispuesta a pagar.
En mi caso no pasa por el miedo al ridículo, se trata más bien de la sensación de sentirme disfrazada de otra persona y la incomodidad que se transporta al rostro sin escalas: Se sufre en la frente y el entrecejo.
Indudablemente tiene efectos prácticos muy positivos: No me duelen los pies y evito estar en alguna situación como la del video.
Juro que traté de verlo más de una vez sin reirme. No pude... Juás! Lo pienso y me sigo riendo. Y la risa de los comentaristas me causa más gracia aún. Se podrían ganar la vida como reidores sin ninguna duda.
Ustedes que opinan de los zapatos con tacos altos?


viernes, 11 de junio de 2010

La ofensa. El desprecio y el rencor. Algunas ideas.

El ser despreciado sufre una emoción que afecta de forma inmediata y duradera el sentimiento y  la pasión y no es un sentimiento de ira, de miedo o alegría, es un sentimiento que se define como algo más hondo, es una pasión que posee la intensidad de las emociones y la prolongación en el tiempo del dolor que aviva el rencor.

Y de este rencor nace el resentimiento, el encono, la enemistad, la aversión y quizá la maldad.

El desprecio nunca provoca tolerancia, benevolencia o compasión porque es un agravio, real o imaginado que puede amargarnos durante toda la vida y como un veneno de absorción lenta, va emponzoñando nuestra alma hasta desembocar en extremos que pueden generar hechos tristes y lamentables.

Todos, alguna vez tras una injusticia, una humillación o un desprecio, hemos actuado con rencor por más buenas personas que seamos si estamos poseídos por la pasión. No podemos optar por el olvido o el perdón, hasta tanto no se repare la ofensa, porque el perdón (que la cabeza domine al corazón) es incompatible con la pasión provocada por el rencor.

El rencor producido por una ofensa es una pasión autosuficiente que crece como si fuera un tumor y se alimenta a si misma, desatando una respuesta emocional incontrolada en el momento menos pensado.

El agravio sufrido por un desprecio no provoca una reacción inmediata como la ira, que te empuja a actuar antes de pensar, sino que genera una pasión duradera cocinada a fuego lento en los fogones del odio.

Las cavilaciones irracionales muchas veces van generando poco a poco un estado de hostilidad que termina en un sentimiento agresivo con un obsesivo deseo de revancha. Así se va anulando nuestro esquema de valores, ya que esta cavilación obsesiva provoca en nuestro cerebro un fanatismo que ciega y obstruye un normal razonamiento que se retroalimenta.

La única forma de evitar situaciones de este tipo, es o bien reparar la ofensa por parte de quien la ha cometido o bien hacer un máximo esfuerzo para no recordar constantemente dicha ofensa. Pero desmontar un agravio es difícil y pocas veces tiene solución.

Un ridículo, una humillación o un desprecio son demoledores para el ego, para el amor propio. Aunque también depende de los niveles de suspicacia u orgullo del que se siente ultrajado.

Si a esto le añadimos la natural desconfianza en el ser humano no es de extrañar que ciertas inquinas se prolonguen indefinidamente en el tiempo.

El que ofende y humilla crece en su soberbia con la misma intensidad que el ofendido crece en su rencor.

Si queremos vivir en paz como una sociedad civilizada, el que ha ofendido debe saber que hará bien en reparar el daño y el agraviado debe saber también que el rencor oscurece la alegría, la ilusión y el optimismo y que deben saber perdonar sin que ello signifique poner la otra mejilla, porque el olvido y el perdón sólo serán viables, cuando se haya reparado el agravio y la humillación.

sábado, 5 de junio de 2010

Agujas en el pajar.

Decir que internet es un mundo infinito de conocimiento no creo que sea una novedad. Pero me permito ponerlo de manifiesto a través de este espacio porque cada día noto como me alejo de otros medios y me entretengo más y más buceando en este océano de conocimiento.




No creo en la saturación de la información porque siento que cuanto más estimulamos nuestras posibilidades de aprender e incorporar nuevos saberes, estamos en condiciones de superarnos un poco más.
Aquí les dejo lo que considero un hallazgo en este universo virtual. Alguien lo hizo y lo compartió con generosidad intelectual.

Seguramente, cada uno de nosotros, le debemos a alguien conocido o desconocido no tener que empezar desde el principio en algún ámbito de conocimiento.
Lo celebro.